sábado, 7 de abril de 2012

Luna... Él y Ella




 " Existen  distintos caminos en el cerebro para llegar al mismo punto..."



No pueden distinguirse diferencias sobre la inteligencia general entre ambos sexos, pero pueden apreciarse distintas características físicas, que los hacen ligeramente " distintos."


Está claro que tienen que existir algunas diferencias biológicas, porque si no es así, no se explican algunos comportamientos en los que queda excluida toda influencia de factores culturales. Se sabía desde hace tiempo que los niños muy pequeños escogen juguetes “masculinos”, como pelotas y coches, mientras que las niñas prefieren los muñecos. Pero era posible que los adultos hubieran estado guiando inconscientemente estas preferencias desde que eran bebés. Un estudio realizado con crías de monos vervet excluye esta posibilidad. Los machos prefieren las pelotas y los coches y las hembras los muñecos. Estas preferencias se deberían a instintos modelados por la selección natural: los machos escogen objetos que desarrollen sus habilidades motoras, para prepararlos para la caza y la lucha por las hembras, en tanto que éstas necesitan estar preparadas para la crianza de los hijos.
Las niñas parecen estar también más preparadas desde la más tierna infancia para interactuar en un entorno social. Las niñas de un año dedican mucho más tiempo a mirar a sus madres que los niños. Además, ellas prefieren ver películas donde aparecen rostros, mientras que los niños prefieren ver películas de coches en movimiento. Para excluir del todo la posibilidad de que fueran los adultos, por su diferente modo de comportarse con niños y niñas, los causantes de estas diferencias, se realizó un experimento con bebés de sólo un día de edad. Se les mostró el rostro amable de una investigadora y también un artefacto mecánico que recordaba su cara pero con los rasgos faciales desordenados. El resultado no dejó lugar a dudas: las niñas miraron más tiempo a la investigadora y los niños al objeto mecánico.
Las nuevas técnicas de imagen (PET y resonancia magnética) han permitido encontrar diferencias en el tamaño relativo de diversas áreas cerebrales en hombres y mujeres. Las mujeres tienen mayor la corteza frontal, que se ocupa de muchas tareas cognitivas superiores, y varias zonas de la corteza límbica, que participa en las emociones. Los hombres, en cambio, tienen mayor la corteza parietal, que interviene en la percepción del espacio, y la amígdala, que interviene en las emociones y respuestas al estrés.
Esta última región parece tener diferentes funciones en hombres y mujeres. En experimentos con roedores, la concentración de receptores de serotonina (un neurotransmisor necesario para controlar la ansiedad y prevenir la depresión) en crías sometidas a estrés agudo subía en la amígdala de los machos y bajaba en la de las hembras. Esto quizá podría explicar por qué las niñas sufren mucho más frecuentemente desórdenes de ansiedad que los niños. La zona de la amígdala encargada de recibir estímulos estresantes establece relaciones con zonas cerebrales distintas en ambos sexos: en los machos se conecta preferentemente a zonas que procesan estímulos externos, mientras que en las hembras a zonas que procesan estímulos internos. Es como si las hembras estuvieran preparadas para los profundos cambios internos que pueden ocurrirles: el embarazo y la maternidad.
En las mujeres se excita ante estímulos estresantes la parte izquierda de la amígdala, y en los varones, la derecha. Se suponía desde hace muchos años que el hemisferio derecho procesa los aspectos globales de una situación, mientras que el izquierdo procesa la información de detalle. Para comprobar esta teoría, se proyectó a hombres y a mujeres una película que contenía un suceso muy violento y se les administró un fármaco que amortigua la activación de la amígdala y dificulta la evocación de recuerdos emocionalmente perturbadores. Al cabo de cierto tiempo, los hombres tenían problemas para recordar la esencia de la historia, el suceso violento, mientras que las mujeres lo que olvidaban eran los detalles concretos. Esto podría significar que las respuestas al estrés postraumático son diferentes en hombres y en mujeres.
En la respuesta a situaciones estresantes juega también un papel importante el hipocampo, estructura esencial para el almacenamiento de recuerdos y la representación del espacio. Esta estructura es mayor en las mujeres, lo que podría explicar por qué ellas se orientan sobre todo recordando hitos y los hombres preferentemente haciendo cálculos sobre distancias y giros. En un entorno social rico en estímulos, las células del hipocampo de ratas hembras establecen más conexiones que las de los machos. Éstos aprenden mejor que las hembras en situaciones de estrés agudo, pero ellas parecen adaptarse mejor al estrés crónico. Esto podría tener un valor adaptativo: facultaría a los machos para desenvolverse mejor en la lucha y la cacería, mientras que prepararía a las hembras para las tensiones prolongadas del cuidado de las crías.
Las hormonas del embarazo, el parto y la lactancia, bombardean intensamente el cerebro femenino para adaptarlo a las nuevas tareas. La influencia no parece limitarse a cambios en el comportamiento, sino que llegaría hasta la capacidad cognitiva. Recientes experimentos demuestran que las ratas madres se “vuelven más listas”, en comparación con las que no lo son (e incluso, que las ratas preñadas superan a las no preñadas), al menos al desempeñar tareas que tienen relación directa con la supervivencia de las crías, como la búsqueda de alimento en laberintos o la detección de presas. Las ratas madres también se vuelven más audaces, para obtener mayor cantidad de alimento y para defender a las crías. Estos efectos aún no se han comprobado sistemáticamente en mujeres, pero hay indicios de que algunas capacidades cognitivas que facilitan el cuidado de las crías, como la capacidad de atender varias tareas al mismo tiempo, se desarrollan más en las madres que en las que no lo son.
Diferencias bioquímicas y estructurales en el cerebro podrían explicar la diferente susceptibilidad de los sexos ante enfermedades mentales. El cerebro de los hombres produce un 52% más de serotonina que el de las mujeres, lo que podría explicar por qué ellas son más propensas a la depresión. Otras diferencias bioquímicas podrían explicar por qué las mujeres son más vulnerables ante ciertas drogas, como la cocaína y las anfetaminas. Las estructuras cerebrales implicadas en la esquizofrenia varían en hombres y en mujeres, lo que sugiere que habría una “esquizofrenia masculina” y otra “femenina”. Todos estos descubrimientos pueden facilitar la resolución de la paradoja de por qué hombres y mujeres somos tan similares, pero al mismo tiempo tan distintos.



" Él ilumina de día, Ella de noche
  a través de sus cerebros se pueden diferenciar varios matices,
 a través del corazón y durante el transcurso de sus vidas,
sólo uno..."






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