miércoles, 21 de septiembre de 2011

Creo recordar tanto como olvido



  Ella cada mañana, le observaba hasta que él despertaba. La noche, había quedado atrás y el tiempo no existía. Eran dos conocidos que compartiendo sueños,  amanecían extraños, uno al lado del otro como si nada hubiera ocurrido…


-          ¿ Qué vamos a desayunar? preguntaba él.


-          ¡Buen día Amor! contestaba ella besando sus labios de costado…


Se dirigían cogidos de la mano a la mesa dispuesta en la cocina.


-          ¡ ¿ No será una de esas mantequillas hipocalóricas no?!  No tengo hambre. ¿ Tostadas? Nunca me gustaron, tampoco el café…


Ella untaba la tostada de él mientras se perdía en su mirada. Aquellos ojos parecían tener una profundidad infinita, en algunas ocasiones, se ilusionaba al pensar que una parte de él volvía. Acercaba la tostada a su boca, dándole un tiempo para saborearla.
 Seguido y  suavemente le pasaba una servilleta con mimo por las comisuras, el café, descafeinado.

Al terminar, ella le leía el diario. Siempre el mismo. Aquella noticia que tanto le fascinaba. Casi la sabía de memoria y él, cada día sorprendido al escucharla, se sentía de nuevo, un poco más feliz.


Después del desayuno, la higiene. Lo desnudaba, dulcemente como quién no quiere dañar una piel demasiado frágil. Había instalado una especie de silla en la ducha de manera que facilitaba el equilibrio de ambos. Se desnudaba ella también y se colocaba justo a su lado.


-          ¡ Demasiado fría!


 Para él, fuera cual fuese la temperatura, siempre estaba demasiado fría. Se sumergían ambos bajo la misma cascada, después  ella pasaba a enjabonarle. Cuando se dirigía a sus partes, él siempre se sonrojaba.  - La verdad, no sé porque tiene usted que tocarme ahí, ya lo que ella siempre contestaba lo mismo – Porque siempre te encantó.


Ella salía primero, se colocaba su albornoz y corría a envolverle a él en el suyo.


La ropa, siempre preparada, algunas veces podía tardar hasta una hora en vestirse, pero cómo dije, el tiempo no existía. Ella le sentaba en la cama y le iba acercando una a una cada pieza. Mientras lo miraba con la ternura propia de una eterna enamorada, algunas veces asomaba una rodante lágrima por su mejilla recordando aquellos tiempos en que era capaz de vestirse y desvestirse en apenas unos segundos. Una vez vestidos, él preguntaba:


-          ¿ Que vamos a desayunar?


-          ¡Buen día Amor! contestaba ella besando sus labios de costado…


-          Se dirigían cogidos de la mano a la mesa dispuesta en la cocina.


-          ¡ ¿ No será una de esas mantequillas hipocalóricas no?!  No tengo hambre. ¿ Tostadas? Nunca me gustaron, tampoco el café…


-          Ella untaba la tostada de él mientras se perdía en su mirada. Aquellos ojos parecían tener una profundidad infinita, en algunas ocasiones, se ilusionaba al pensar que una parte de él volvía. Acercaba la tostada a su boca, dándole un tiempo para saborearla. Ahora,  suavemente le pasaba una servilleta con mimo por las comisuras, después el café, descafeinado y con cañita.


-          Al terminar, ella le leía el diario. Siempre el mismo. Aquella noticia que tanto le fascinaba. Casi la sabía de memoria y él, cada día sorprendido al escucharla, se sentía de nuevo, un poco más feliz…






4 comentarios:

  1. Un bello relato sobre una enfermdedad terrible, una historia de amor eterno, repetido, recien nacido y olvidado en cada instante.

    Es muy duro para quien lo sufre, pero mucho más para quien esta a su lado. Para quien la memoría del que fue y el que es sigue latente.

    Un fuerte abrazo.

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  2. Me gusto mucho, me recordó también aquella película llamada "Como si fuera la primera vez", además de un ex-amor que quiero mucho y está pasando con su mamá por esta terrible enfermedad, admiro su fortaleza, su paciencia y la entrega que tiene pues ha dejado su vida, sus sueños a un lado por atender a su madre.

    Gracias!

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  3. Como bien dices Neuriwoman, la enfermedad de quién está junto a quién aún sigue latente o del anonimato ante el Moebius...

    Un fuerte abrazo de Domingo!!!!

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  4. No conozco la película Car Monroy, pero estoy segura de padecer sus efluvios...

    Besazo Dominguero :))

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