entro en tu Sueño

Me despertó la brisa fresca en la mañana.

Te mandé un beso y corrí a cerrar la ventana.

No encontré la cálida sensación al abrigo de tu abrazo, supongo que estaría mojada o tendida al sol.

Me levanté y corrí al pozo del café. Por ver si en el fondo, encontraba mí destino. Sorpresa al descubrir el reflejo del sol.

Vertí el líquido y  adoptando este la forma del molde, se acercó y me dio los buenos días.

No habrá crucifixión hoy, me dijo.

No estaba demasiado segura de sus palabras, lo cierto es que fuera o fuese, lo que fuera o fuese a  haber, el día debería transcurrir aún sin correr el tiempo.

Después, me relajé  bajo la cascada. El agua recorría mi espalda, azotando con fuerza mis músculos, aún agarrotados después de tanto sueño.

Froté y froté hasta dejar  inmaculados mis átomos axiomáticos y mis neuronas reversas.

Me paseé desnuda por el jardín, bajo la mirada atenta de las nubes que quizás amanecían tan dormidas como yo y tan sólo pedían al cielo un poco de lluvia, también para despertar.

El cielo obedeció, primero una suave cortina fresca y bienvenida, desnudas como estábamos, empezamos a reír. Después la fina cortina se tornó cortante, al caer gotas afiladas como cuchillas, dispuestas a cortar todo aquello que estuviera a su merced.  Fue entonces cuando descubrí que  permanecías allí, conmigo…

Entramos al salón y me puse el albornoz.  Su color se reflejó en mi semblante, tornando mis mejillas sonrojadas, mientras  te  aproximabas y  dulcemente me lo desabrochabas con el único deseo de curar las heridas.

Recorrías mi piel y lamías mi sexo, para que todo el dolor sufrido fuera eliminado de un solo trazo. Mi cuerpo y mi alma, se deshacían al sentir el delicado roce de tus labios…